MENOS CUATRO LETRAS
Los médicos dijeron que era una afección rara. Que se conocían pocos casos. Que nadie lo había estudiado en profundidad. Dijeron: \"Lo sentimos mucho\". Dijeron: \"No podemos hacer nada\". Dijeron: \"Sabemos que no es fácil\". Dijeron: \"Tendrás que aprender –y lo harás, ya verás como lo harás– a vivir con ello\".
(Vivir con ello significa vivir sin ellas. Eso no lo dijeron. Quizás también ellos sufrían algún tipo de afección extraña).
Agrafia pura secundaria. Como si decir tres palabras juntas significara algo.
Incapacidad adquirida para expresar las ideas por escrito - aclararon. No tener ni una puta palabra que llevarme a los dedos– me dije.
Pero puedes pensar, imaginar. Leer. Puedes hablar. ¿Puedes?
Como el que dice no queda whisky, pero tenemos zumo. Como el que dice has perdido el corazón, pero te funciona perfectamente el hígado. Dos días en el hospital. Me preguntaron cómo fue el accidente. Si conducía yo. Si el golpe fue frontal o lateral. Si perdí la conciencia y durante cuánto tiempo. Si hubo hemorragias nasales o auditivas. Si recordaba lo sucedido al despertarme. Me preguntaron si tuve algún traumatismo de pequeña. Si había sufrido alguna vez un accidente cerebrovascular. Si yo, o alguien de mi familia, era hipertenso. Si había sido intervenida y de qué cosas. Si tenía alergia o intolerancia a algún principio activo.
Dos días.
Si estaba, o creía que pudiera estarlo, embarazada.
Si tenía claustrofobia.
Si daba mi consentimiento para una radiografía de cráneo, para un TAC, ¿para una?
Si llevaba objetos metálicos.
Dos días.
Y nadie –ni el neurólogo ni el neurocirujano ni el neuropsicólogo– me preguntó por las palabras que había perdido. Por las palabras que me había robado ese semáforo. Por las palabras que habían salido disparadas a través de la luna delantera del coche y que vi morir, a solas. Por las palabras que me vieron morir sobre un volante que ya no sabía qué dirección tomar, ¿que no podía?
(Sálvenlas a ellas, no a mí, le habría dicho al de la ambulancia. Parece que aún respiran. Parece que (aún) dicen algo).
Dos días.
Y nadie, digo, me preguntó por ellas. Por mí sin ellas. Por mí sin ti. Nadie me preguntó por éste sin nosotros a partir de entonces.
Es una afección rara, dijo el médico. Él se refería a la agrafía. Pero yo pienso que la verdadera afección extraña es esta costumbre mía de quererte sólo por escrito, a cien kilómetros por autopista y cuatro años (hoy) de distancia. La de saber que nunca podremos sernos. La de no saberlo. La de olvidarlo. La de vomitarle tinta a la pantalla del portátil como si fuera la piel que me sobra o la ropa que me quitabas. La de mirarte de ojos a píxel. La de que no me mires. La de no tocarnos.
Y ahora he cambiado una afección rara por otra, porque a ti ya no te tengo. Ahora sólo tengo lo que no tengo, lo que me falta.
Y nadie me hizo la pregunta necesaria. Nadie quiso saberlo. Quizás a nadie le importaba, en definitiva, lo que a ti y a mí nos pasase.
Estás viva, joder, qué más da que no tengas palabras –dijo el médico en mi cabeza.
Te equivocas. Me faltan cuatro letras para estar viva –le contesté.
(Silencio por su parte).
Lo he intentando esta mañana.
Y no he podido.
Me he mirado las manos y las he puesto sobre el portátil. He pensado las palabras antes. Te he buscado un comienzo con el que poder continuarnos. Tenía un párrafo entero en la cabeza. Te lo juro. Intentaba contarte todo esto. Tenía todas las palabras –y eso que nunca las he tenido–. Pero los dedos no se han movido. Y cuando lo han hecho, han escrito cosas extrañas. Cosas que no entiendo. Ni entenderías. Cosas que nadie (¿pero puedes hablar y?) entendería nunca.
Tengo astenia en la punta de los dedos. Sensación de cuerpo extraño. Carraspeo (letras sueltas, inútiles, cobardes). Ardores fríos. Inestabilidad. Vértigo. Cansancio.
Pienso en frases cortas, en mensajes telegráficos: Accidente. Heridas internas. Cráneo mudo. Dedos muertos. Diez laringes menos con las que llegarte. Pero nada.
Entra la enfermera y dice: \"No hagas esfuerzos\". Dice \"Túmbate\". Dice: \"¿Quieres que avise a alguien?\".
Sí. Quiero que avise a alguien.
Quiero que te avise a ti.
Pero tú ya no estás.
A ti también te faltan ahora cuatro letras. Y yo nunca, lo dijo el médico, voy a poder dártelas.